Antes escribía textos sin mucho sentido en una libreta con tapas de hule, que pretendían ser fragmentos que acabaría incorporando a una gran novela, que seguramente nunca acabaré de escribir. Cosas como: “El cuarto se sumía en una blanda penumbra y la luz de la ventana retornaba hacia el polo opuesto de la tierra, como una promesa que hubiera traspasado un confín prohibido”; o: “En la luz de la tarde se mezclaba el polvo de la luna”; o: “Aquel verano llovió copiosamente. Brotaron malvas azules en las piedras y las tormentas erosionaron tanto las fachadas que al apoyarse en el alféizar de sus ventanas los moradores caían desplomados”.
Ahora facturo posts, blogs, emails y microficciones, y soy más moderno. Me apunto al facebook y navego por las aguas de una matriz pixelada sin enterarme muy bien dónde estoy y qué coño significa todo esto.
Creo que echo de menos las tardes de hule. Tardes en las que escribía citas minúsculas en pequeñas hojas cuadriculadas. Me da igual que suene a nostalgia de mesa camilla o de flores de almidón. Me asomo a la ventana y veo a una joven madre con gafas negras fumando nerviosa mientras su crío corre enloquecido entre unos setos mal podados. Está sola. Seguramente, cuando llegue a casa, mientras el vástago se queda hipnotizado frente a la playstation, la madre joven y distraída se conecte a Internet para bucear en la nada. Apuesto a que tiene unos ojos hermosos. Se ha levantado un poco de viento y entre las hojas imaginarias de mi libreta de hule intento imaginar una cita sólo para ella.
Ahora facturo posts, blogs, emails y microficciones, y soy más moderno. Me apunto al facebook y navego por las aguas de una matriz pixelada sin enterarme muy bien dónde estoy y qué coño significa todo esto.
Creo que echo de menos las tardes de hule. Tardes en las que escribía citas minúsculas en pequeñas hojas cuadriculadas. Me da igual que suene a nostalgia de mesa camilla o de flores de almidón. Me asomo a la ventana y veo a una joven madre con gafas negras fumando nerviosa mientras su crío corre enloquecido entre unos setos mal podados. Está sola. Seguramente, cuando llegue a casa, mientras el vástago se queda hipnotizado frente a la playstation, la madre joven y distraída se conecte a Internet para bucear en la nada. Apuesto a que tiene unos ojos hermosos. Se ha levantado un poco de viento y entre las hojas imaginarias de mi libreta de hule intento imaginar una cita sólo para ella.
Qué bueno!
ResponderEliminarEres muy generoso, Nacho...a ver cuándo sé algo de tu vida! Un abrazo
ResponderEliminarMe ha gustado. Pero casi siempre me gusta.
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