lunes, 23 de enero de 2012

Marilyn

En sus sesenta años de vida, nunca había visto el rostro de una mujer. Su madre lo había abandonado entre paños sangrientos, en un pueblo minero y fronterizo. Cuando, a punto de extinguirse, la ambulancia lo trasladó a la ciudad, vio un cartel con la cara de Marilyn. “Entonces… Dios es una muchacha”, susurró, y su rostro pareció llenarse de luz.

miércoles, 18 de enero de 2012

Debajo

Debajo de la almohada está toda mi vida
en el ruedo de las faldas y los trenes
debajo de las campanas y la lengua
en el pretil de los pozos y el umbral
debajo de las tinajas y los nidos
donde duermen los cachorros de lobo
bajo las tibias de los cementerios
en los cementerios tibios
en la melena del huracán
debajo de las casas
que demolieron en mi juventud
entre células y sobras
bajo el tiempo
en el arco
de las horas
que se estrechan en la luz
la luz que atraviesa
las persianas
cuando despierto entre tus brazos
bajo el tumor
de las flemas
entre los sueros moribundos
en el fósforo de los osarios
bajo la pelusa de la liebre
que me mira de refilón
mientras el aire
se llena de pólvora
y me compro una camiseta
de algodón grueso
que doblo solo
bajo la fiebre de la almohada.

sábado, 14 de enero de 2012

Escuela

Las duchas tenían esos azulejos fríos en los que siempre había manchas de dedos y cuando entrábamos después de las clases de gimnasia, competíamos unos con otros por aprovechar el agua caliente. Debajo de los bancos las zapatillas tenían restos de lodo y las camisetas se amontonaban en las sombras del vestuario. El vapor formaba una nube azulada sobre nuestras cabezas. Los gritos podían ser de lechuzas, los cuerpos resplandecían con un temblor adolescente. Luego subiríamos al laboratorio, o a la clase de matemáticas, pero en ese momento las sábanas que colgaban nuestras madres detrás de los muros eran la bandera de una patria que nadie se permitía maldecir. El colegio era un gris santuario de tapias y cemento. Los curas llevaban llaves que se mezclaban con el alpiste polvoriento de sus bolsillos y en la yema de sus dedos había una pátina de azufre. Me acuerdo de Santi, tímido y silencioso. No habrá tenido la fortuna de los elegidos, porque los zapatos le apretaban los pies. Pobre diablo. Hay personas que nunca caminarán por los bosques fragantes de Francia. Callan en la penumbra de los vestuarios y sostienen obsesivamente una minúscula pastilla de jabón. Cuando maduren nadie los confortará, una mujer de ojos sonámbulos, una casa de balcones sólidos y luminosos. Niños feos y tristes. En las horas de la infancia había azulejos desconchados por la herrumbre de la soledad.

viernes, 13 de enero de 2012

Ensayo sobre la felicidad

La felicidad luminosa radica en los sueños que, aparentemente y a expensas de una mueca del destino, todavía no se han cumplido: los preparativos del viaje, la mañana de la vendimia, las caricias que preceden al orgasmo, la hierba incipiente, el nacimiento de nuestro hijo, la transición de las estaciones, el momento antes de subir a una duna y ver por primera vez el mar. Hay otra felicidad sombría que procede del fin del dolor. Y hay otra más sutil, paradójica, que viene de la aceptación profunda, y sin tapujos, de la verdad.

jueves, 5 de enero de 2012

Revelación

Al final la vida se parece a un abrigo prestado, con sus pelusas inmisericordes, los bolsillos llenos de papeles, los cuellos con grasa, la ausencia de un par de botones, los forros deshilachados, el roce taciturno de una percha. Como cuando heredas la ropa de tu hermano mayor.