viernes, 11 de marzo de 2011

Bares y pantanos

Hubo una época en la que, a falta de pantanos, yo inauguraba bares. Solía ir con Iñaki, que contaba con una fina red de informadores, lo que nos permitía saber con exactitud qué garitos se estrenaban (incluyendo el lugar y la hora, como en una entrega de drogas), así que allí aparecíamos, ávidos y silenciosos, dispuestos a beber gratis mientras el hígado aguantase. No siempre éramos bienvenidos. En una ocasión, el día antes de un jodido examen de estadística, nos presentamos en un café demasiado elegante y nuestro aspecto despertó enseguida las sospechas de los anfitriones. La buena educación que se supone a la gente pudiente impidió que nos expulsaran escaleras abajo, merced a lo cual, y a pesar de las miradas reprobatorias, dimos buena cuenta de las golosinas. Canapés, champán, frutos glaseados y fragantes. Pero los dioses nos tenían reservado un castigo por nuestra osadía y al día siguiente, en medio del jodido examen de estadística, yo sufrí, precedido de un ataque de náuseas, un severo dolor estomacal. Aprobé gracias a que una chica me pasó su hoja y a que el profesor Acha, que hacía gala de una paciencia y una ironía infinitas, me permitió ir a los baños al ver mi rostro suplicante. Sentado en la taza me juré a mi mismo que nunca volvería a dejarme tentar por el becerro de oro y que tampoco (mientras imaginaba pantanos de champán donde sirenas atroces corrompían el alma de marineros embriagados) volvería a inaugurar una jodida coctelería de lujo.

3 comentarios:

  1. Hermosa ocupación, a fe mía, ésa de inaugurar bares. Y si es por el morro, ni te cuento.
    Lo de la complicación intestinal... pues qué quieres que te diga; mejor con una de callos o de papas bravas que no con esa mariconada de los canapés y los frutos glaseados, dónde va a parar.

    Un saludo.

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  2. Una mala tarde la tiene cualquiera.....

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  3. Ja, ja, un saludo a ambos...comparto totalmente lo que decís.

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