Existen dos momentos trascendentes en la vida de una persona que, salvo delirio, no debería pasar por alto: el día en que presiente que todo es una estafa y la noche en que, a pesar de todo, decide seguir vivo. El conflicto estriba en asumirlo y en no claudicar como un cobarde. Ahí es donde unos fundan dinastías, algunos se resignan y otra parte, diremos que la mayoría, se encoge de hombros. A muchos, con frecuencia, les da por comprarse un coche.
lunes, 1 de noviembre de 2010
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ja, muy buen relato-fragmento-pensamiento-lo que carajo sea. y muy buen blog. saludos!
ResponderEliminarSaludos y gracias, Diana!
ResponderEliminarA mi lo que realmente me va helando la sangre en las venas según pasa el tiempo es darme cuenta de que todo es cierto. No sé.
ResponderEliminarMuy bueno.
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarSí, siempre hay un momento en la vida en que uno tiene plena consciencia de que la vida tira a dar. Hay un antes y un después. Con suerte y un poco de práctica, uno consigue olvidarse de nuevo y volver a la inconsciencia.
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