En medio de la rotonda, en un atasco bestial, entre conductores que hablan por sus móviles con las manos crispadas al volante, acosado por los bocinazos y la peste a gasolina, justo a la izquierda, al lado de unas casas chatas y pobres, a veces hay una cuerda en la que veo tendidas mudas viejas, pantalones holgadísimos, chándals de colores eléctricos, bragas y pinzas, pinzas solitarias como orejas puntiagudas, y una loma que se recorta en un cielo que es un escupitajo de nácar. Nunca hay gente en ese lugar, pero cuando miro por el retrovisor, saliendo de la rotonda, me imagino a una niña rasgando como un pequeño huracán las sábanas de la tarde blanca.
martes, 19 de julio de 2011
De regreso
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Intenso, me has trasladado a ese lugar.
ResponderEliminarFeliz regreso y bienvenido :)
Saludos desde Luz y Penumbra, dónde las sábanas huracanadas se rasgan ^_^
Mil gracias!
ResponderEliminarHe llegado a este blog por casualidad, y me está encantado leerte.
ResponderEliminarBienvenida, Sonia y gracias por tus palabras. También yo pasaré por tu blog, aunque mucho me temo que soy perezoso y nunca sé qué decir a los demás.
ResponderEliminarMe ocurre lo mismo cuando hago mis fotos... Saludos
ResponderEliminarme encanta leerte. Textos precioso, que llegan de verdad !
ResponderEliminarSaludos, Nano...habrá que ver esas fotos!
ResponderEliminarMuchas gracias, Andrea.
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