jueves, 17 de septiembre de 2009

M

Estamos seleccionando a chicos para un curso donde aprenderán carpintería y les ayudarán a sacar el graduado. Pasan sin quitarse la gorra, con la mirada baja y las manos en los bolsillos. No suelen dar los buenos días. Cuando les preguntas a qué les gustaría dedicarse si pudiesen elegir, se quedan mudos. Hace años alguno respondía que futbolista o conductor de fórmula uno. Entra M, que saluda con voz tímida y me enseña un documento de solicitud de asilo. No sabría calcular su edad, parece un niño envejecido. Le pregunto por sus estudios, si trae algún papel. Me dice que no. Insisto sobre si los ha pedido en la embajada. Vuelve a decirme que no. Valdría cualquier cosa, le digo, algo donde ponga los años que cursaste. Mueve negativamente la cabeza. Está calvo, la piel de su cráneo parece una membrana de cuero marrón. ¿No fuiste a la escuela? Entonces mueve los ojos y dice que él trabajaba en el campo. Se produce un silencio embarazoso. Tomo sus datos y se despide con un hilo de voz. Le deseo suerte. Al entrar, por cierto, se había despojado de la visera.

1 comentario:

  1. Espero q a ese chaval le vaya bien. Es todo un detalle quitarse la gorra.

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