viernes, 25 de septiembre de 2009

En tren

Cojo el AVE por primera vez. Voy rodeado de tipos que, nada más subirse, abren el portátil como si fuera el Libro de Job. Intento ver si se están bajando alguna peli porno, pero en la mayoría de las pantallas sólo salen diagramas y gráficos indescifrables. Alguno se queda dormido con los dedos sobe las teclas, sin quitarse las gafas. Me levanto y en la plataforma un ejecutivo muy joven le cuenta a su jefe, con acento gallego, algo sobre la estrategia que deben seguir para fulminar a un competidor agresivo. Habla de muslos de pollo congelados. Como nota que le miro, distorsiona la voz, como si sospechase, a pesar de mis vaqueros y mi camisa arrugada, que me dedico al espionaje industrial. Azafatas de cuello aéreo y coletas impecables pasan a mi lado dejando un aroma de maderas delicadas. Creo que sufro una erección. Sentado de nuevo, emboscado en sueños fetichistas, me dedico a mirar el paisaje de La Mancha. Evoco los viajes en tren de mi juventud. Los expresos nocturnos, los personajes imposibles, los bocadillos de lomo con pimientos. Me importa una higa el progreso, todo lo que me rodea, empezando por mí, me parece infinitamente más estúpido. Sólo una cosa no ha cambiado: sigo llevando un libro conmigo.

3 comentarios:

  1. Yo recuerdo aquéllos viajes en tren, de Madrid a Zaragoza, de mi infancia. Nos pasábamos casi todo el día en el tren, en un vagón de madera con poquísimas concesiones a la comodidad. Paraba el tren, creo, en todas las estaciones, y mi padre se bajaba a comprar lo q fuera q se ofreciera en el lugar: q si rosquillas, q si tortas, q si fruta, para desesperación de mi madre, q se ponía a gritarle desde la ventanilla desaforadamente al sonar el pitido de puesta en marcha, porq mi padre aún estaba pagando y siempre tenía q correr para coger el tren en marcha... Se hacían maravillosos amigos durante esos viajes, se compartía la tortilla y el filete empanado con pimientos, nos contábamos la vida unos a otros y pasabas unas horas maravillosas.
    Sí, tienes razón. Todo eso ha cambiado mucho.

    ResponderEliminar
  2. Sara, algún día tendré que mandarte un regalo, aunque sólo sea por la paciencia de seguir leyendo mis melancólicos diarios de lobo estepario. Un abrazo

    ResponderEliminar
  3. Escribes muy bien y me gusta leerte.
    Pero lo del regalo no es mala idea... ;)

    ResponderEliminar