Por enésima vez, mi madre me explica que ese día mi padre tuvo un presentimiento y que regresó a casa antes de lo habitual. Luego acudió la escena que yo deberé trasladar a mis nietos, que si los tengo, dudo que se imaginen a alguien naciendo fuera de una clínica: al llamar a la puerta, la comadrona apareció en el umbral conmigo en brazos. La sigo escuchando, a pesar de todo, con intensidad, como concibo que hará todo el mundo con estas cosas: me resulta fascinante pensar que alguien cuidaba de mí cuando carecía de consciencia y por tanto ignoraba que estaba en el mundo. Hay algo turbador en eso, algo en esa indefensión y virginidad absolutas que me sobrecoge. La nostalgia de no-ser, en plan filosófico, o simplemente que entonces uno podía cagarse y mearse encima sin oír un solo reproche.
martes, 20 de octubre de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Felicidades.
ResponderEliminarYo también nací en casa, a mi madre no le dió la gana irse al hospital porq confiaba en la comadrona, amiga suya, más q en el cuadro hospitalario completo. E hizo bien, porq cuando todo el mundo pensaba q mi madre estaba muerta tras un parto horroroso y decían de llamar al forense para certificar la defunción, la comadrona amiga no se rindió y le inyectó todo lo inyectable y siguió intentando sacarla de ese mundo dulce, lejano y oscuro donde mi madre estaba descansando del agotamiento de parirme, después de muchas horas de terribles dolores. Mi madre podía oír, pero no moverse ni manifestar q estaba viva; se aterró cuando se dió cuenta de q la creían muerta y ella no podía hacer nada, sino confiar en su amiga. Su amiga, terca, la trajo de vuelta. Dicen q esas cosas no pasan en los hospitales. Quien sabe.
Miguel, somos unos dinosaurios.
Me temo ke sí
ResponderEliminar