martes, 10 de noviembre de 2009

Las manos y los ojos

Ni siquiera polvo en el viento, como tocaba Kansas, lo que seremos será la zozobra de una próstata precintada con grumos sospechosos, carnes flácidas y moribundas, el recuerdo de un puñado (da igual que sea grande o pequeño: una vez convertido en ceniza, o en unas cuantas paladas de tierra fresca sobre el ataúd, te dará lo mismo) de personas que, tras un tiempo, serán a su vez pasto de los gusanos y del olvido de la siguiente generación, números, sobre todo números, códigos binarios en ordenadores ruidosos, cifras en ficheros digitales, ectoplasmas ridículos sin asiento en el Purgatorio, y en el mejor de los casos los enseres que integraron nuestras vidas, y no me refiero a los audis o las pirámides, sino al bastón nudoso que nos ayudó en los tiempos de la artrosis, al caballo de madera, al sillón frailuno donde roncábamos porcinamente, al libro usado y viejo, la visera, las camisas de lino en verano, los zapatos cómodos, la petaca, los guantes, el jodido porrón, y los últimos sentidos efímeros pero importantes: el tacto húmedo de la hierba, el olor del pan recién hecho, las heces y el pis, el semen derramado con holgazanería, los baños de mar, las manos, sí, las manos, sobre todo las manos, todas las que tocaste y las que, por desgracia o timidez, dejaste sin tocar; y sí, los ojos, también los ojos, todos los ojos que miraste y los que no pudiste besar.

5 comentarios:

  1. Tenía descuidado tu hastío de cuarentón pero creo que vuelvo para quedarme a disfrutar como pones a parir a la vida y la muerte, los ejecutivos, el progreso y las comadronas.
    Las mejores manos son las que huelen a curioso.

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  2. Hey, bienvenida...a pesar de tus diatribas generacionales

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  3. Por eso hay q darse prisa en tocar todas las manos y besar todos los ojos y oler todas las flores y tomarse todos los cafés... :)
    No te des mal, las cosas son como deben ser.

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  4. Estábamos muertos antes de nacer. La vida solo es un breve paréntesis entre dos no-existencias. Para profundizar, cf. Woody Allen.

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  5. Joer, Miguel, qué bien lo cuentas... da escalofríos. (Y paro ya, otro día sigo revisando los no leidos)

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