Después de varias semanas de plomo y nieblas, un atisbo de sol. Noviembre. El mundo está a punto de irse al carajo, pero hablamos una vez a la semana con Sara, mi chica romana, con sus ojos que, siendo azules, se oscurecen al otro lado del mar. ¿No estás muy pálida; comes bien?, le preguntamos. Son cosas de la videocámara, nos dice; yo miro su rostro como un hombre del neolítico, intentando que no se me note el asombro y la ignorancia. Los niños han dejado de jugar en los patios y las calles enmudecen. Voy dejando vaho en las ventanas, mientras pienso que todos los días se han convertido en lunes. Leo los periódicos de papel, porque creo que en ellos late una disidencia efímera. Noviembre. Mis padres regresarán dentro de poco, pero entonces tendré que evocar
martes, 22 de noviembre de 2011
Noviembre
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Me gusta mucho el toque mágico de tus cuentos, como si leyeramos el mundo a través de los ojos de un niño. Creo que me verás a menudo por aquí!
ResponderEliminarG.
Pues vaya por delante mi bienvenida...y mi abrazo.
ResponderEliminarYa queda menos aunque seas muy consciente que esos días no serán eternos, aunque sonrías pero sabes que algo tira y te obliga a relucir más la sonrisa, y, no, no, por hipocresía nada, sino porque en ese tiempo "breve" uno quiere vivirlo con la satisfacción interior que lo ha aprovechado con la gente que ama.
ResponderEliminarPues en los días cargados, densos, grises, esa sonrisa guardada en la memoria de alguna manera nos empujá y anima para recordarnos que nada es eterno.
Qué bonito miguel, casi parece el preámbulo para ver "Qué bello es vivir" (una peli de las de llorar agusto, como es debido). Se nos echa encima Navidad...
ResponderEliminarPues tendremos que echarnos "encima" algún vino, Antonio... a ver si nos vemos
ResponderEliminarjope
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