domingo, 8 de marzo de 2009

Malas compañías

Competían por ver quién arrojaba el semen más lejos. Organizaban batallas de terrones en la periferia y metían piedras afiladas en la hierba. A veces, veían caer a un rival con la frente ensangrentada y lo celebraban enloquecidos. Llevaban pantalones por la canilla, carecían de higiene, sus rostros estaban sin hacer. Llegaban tarde del recreo y formaban un mural expresionista al fondo de la clase. Rapiñaban cobre, cartones, hojalata, celosías de conventos. Arruinaron al único kiosko de la zona, después de meses de morosidad y pillaje. Eran coléricos; eran temibles. Por algún motivo que ignoro, durante un tiempo, formé parte de aquel clan.

7 comentarios:

  1. Y probablemente, por algún motivo que no ignoro, yo preferiría no haber leído nunca esta, tu historia.

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  2. Pero si es el fiel retrato de mi tierna infancia!Qué tiempo tan feliz!

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  3. Pues yo sí sé por qué: porq un niño necesita estar arropado y sentirse protegido, y desde siempre los más bestias parecen los más fuertes. No es así, pero de niño aún no lo sabes.

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  4. Qué va. En realidad es porque ser un chungo es guay. Un niño no tiene sensación de peligro. La conciencia de finitud viene luego, en la adolescencia. Y Miguel es un Cabrón nato, un cabrón resentido.

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