domingo, 22 de abril de 2012

Domingo

Los domingos
 con un olor a ceniza en el aire,
los sofás viejos
y los hombres que fuman
camino de la barra,
donde los pájaros,
que son las manos
de las niñas que sirven café,
abren botellas cilíndricas,
de cristal como ojos de buey,
y en las mesas,
donde los codos
son espolones amputados de grasa,
que terminan                por arrastrase
                                                      por los váteres
                                                                          y los círculos,
se estanca la tristeza pesada de los hombres que fuman
y respiran cansados
como bueyes             sin ojos,
como torpes
          bueyes ciegos
que un dios colérico
dejó en la tierra a                un Noé con fuego en la boca
para que los abandonase en una playa
sin espuma,
un cieno           compacto
                                   y lento
al que no se aferran
las olas,
porque en las playas
                            de los domingos
                                                 no hay olas,
tampoco conchas,
solo hombres maduros
                      de bolsillos grandes,
que pasean su soledad
                                por plazas derrocadas
                                                               y váteres de loza marchita.

sábado, 14 de abril de 2012

Alzheimer

Jamás aceptaré la vileza:
la agonía de mi voluntad,
la decrepitud,
este cerebro sucio y postizo.
Al paredón
con el olvido
y la muerte.
Tatuaré tu nombre hasta sellar
el último rincón de mi piel,
y cuando me devore la penumbra,
cuando el olvido sea una serpiente
enroscada en mi corazón,
la estiraré para reírme de mis estragos,
de mi paradigma viril,
de mi triste concupiscencia.
Por eso he de huir,
marcharme para siempre,
porque cuando mis ojos te miren
y no te reconozcan,
cuando deje de ser casual
o fortuito,
seré la hez oscura
del mundo,
y ningún consuelo,
ninguna explicación médica
ni religiosa
conseguirá revocarlo.
He de huir ahora,
a pesar de la incomprensión
y el estigma,
he de huir ahora,
cuando aún puedo asociar tu nombre
a la primera llama,
al primer temblor,
al primer beso que me diste.
Tu nombre,
el molde de mi memoria,
el broquel último,
la sedienta epifanía
que tutela mi alma.

domingo, 8 de abril de 2012

Un triste cuento erótico

Soñé que era un oso
el panal donde el oso
sumerge el hocico
el panal donde el oso
se relame
soñé que era un oso
un oso que queda atrapado
en un panal
donde sueño que soy un oso
relamiéndose
en el panal
donde el oso
moribundo
sueña
que se relame
en la vagina abierta y suave
de la abeja reina
relamiéndome
el plantígrado lascivo
sólo es,
querido oso,
un triste cuento erótico