Jamás aceptaré la vileza:
la agonía de mi voluntad,
la decrepitud,
este cerebro sucio y postizo.
Al paredón
con el olvido
y la muerte.
Tatuaré tu nombre hasta sellar
el último rincón de mi piel,
y cuando me devore la penumbra,
cuando el olvido sea una serpiente
enroscada en mi corazón,
la estiraré para reírme de mis estragos,
de mi paradigma viril,
de mi triste concupiscencia.
Por eso he de huir,
marcharme para siempre,
porque cuando mis ojos te miren
y no te reconozcan,
cuando deje de ser casual
o fortuito,
seré la hez oscura
del mundo,
y ningún consuelo,
ninguna explicación médica
ni religiosa
conseguirá revocarlo.
He de huir ahora,
a pesar de la incomprensión
y el estigma,
he de huir ahora,
cuando aún puedo asociar tu nombre
a la primera llama,
al primer temblor,
al primer beso que me diste.
Tu nombre,
el molde de mi memoria,
el broquel último,
la sedienta epifanía
que tutela mi alma.
sábado, 14 de abril de 2012
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Estremece pensar en este maldita ausencia que termina dañando más a los olvidados que al que olvida.
ResponderEliminarCierto, Xosé, muy cierto. Saludos.
ResponderEliminarEspera, espera déjame ir por el manual. Acaso hay alguno?
ResponderEliminarCreo que...no!
EliminarDamn it!
EliminarLo mejor es escapar cuando aún la situación puede ser un bello recuerdo y antes de que se largue la tormenta
ResponderEliminarSí, sobre todo, antes de que se acabe la tormenta. Gracias por pasarte por aquí.
EliminarQuizá sea preciso traducir nuestros sentimientos en palabras para aquellos a quienes amamos, antes de que la noche, antes de que la nada,antes de que el olvido devore la memoria
ResponderEliminarHermosa reflexión.
EliminarMe encanto..pero más me gusta el titulo de tu blog, jajaja
ResponderEliminarMe encanto , es tal vez el no querer renunciar de alguna manera a nuestra juventud, aferrarnos a ella y no dar lugar a la vejez que llega irremediablemente .
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