martes, 9 de febrero de 2010

La antítesis de Amélie

Sí, a mí tan bien me agrada hundir los dedos en una pecera llena de canicas, pero a diferencia de la inefable Amélie, en mi papel de lobo solitario y resentido, son más las cosas que aborrezco: por ejemplo las máscaras de los nazarenos (a pesar de los años, me siguen dando pavor), los plátanos (mi madre me obligó a comer uno a la fuerza con dos años), los jerseys de cuello alto que encima pican, los médicos y los taxistas que llevan el coche hecho un asco, los relojes de cuco, el correcaminos (me pone nervioso que el coyote no lo pueda coger), los zapatos de suela dura, los mosquitos que zumban junto a mi oído por la noche, cortarme las uñas (sobre todo, las de los pies), los barberos de mi infancia, el olor de las gallinas y de las sacristías húmedas, la inmensa mayoría de los políticos, la autoridad – civil o militar -, la gente que pasea con sus perros sueltos y no recoge sus heces, los funcionarios amargados o de gesto adusto, las estampitas religiosas (¡me parecen diabólicas!), las colas, la gente que se las salta porque conoce al notas que las controla, la mayoría de la filmografía de Almodóvar, los ventrílocuos (son siniestros), la podredumbre moral de los pudientes, la maldad de los idiotas, los diarios deportivos (eso me coloca casi al borde de un progrom), los precios de los museos (deberían ser gratis), la malaria, el cólera y el beri-beri, la industria farmacéutica, el G-20, el 8 y el 2.000, los sectarios, los que nunca dudan, los coches de dos puertas y los jefes y profesores que me amargaron la existencia. Por el contrario me encantan las mujeres que te cogen de la mano cuando les das lumbre y esos cagaderos de carretera – ya desaparecidos – donde tenías que acuclillarte con tesón y firmeza para no perder el equilibrio.

10 comentarios:

  1. ja ja ja, definitivamente yo también soy la antítesis de amelie, y aún recuerdo el bar de un pueblo muy rural al que íbamos en las fiestas de verano y había un cagadero de esos, gracias a mi último viaje a Marruecos he podido rememorar de nuevo los instantes flexionados de accion de gracias..
    un saludo Miguel

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  2. No hay nada como volver al pasado de vez en cuando. Un salduo cordial

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  3. Con Amelie lloraste, en la semana santa sales de vinos como todo hijo de vecino, te pasas el día de médicos y escribes sobre taxistas que llevan el taxi hecho un asco, plátanos no comes pero porque no comes fruta -es porque de pequeño sólo comías bollería industrial-, no te gustan los cuellos altos porque eres burgués y no bohemio, te encanta decir que todo es de ACME, estás semiliado con un barbero, compraste muchas veces el marca cuando yo fui aquel monstruo adolescente enamorado de Iker y me quieres ( yo diría que mucho) y eso que soy bastante idiota.
    Así que no digas de ese agua no beberé ni este cura no es mi padre.

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  4. Por supuesto, las afirmaciones vertidas en el último comentario son, amén de ingeniosas, totalmente falsas.

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  5. Me reconforta saber que no estoy solo en mi cruzada antialmodovoriana. Ya solo me falta encontrar a alguien que Ruiz Zafón le parezca una mierda y que Sabina es un coñazo. Gran artículo, Miguel, como de costumbre.

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  6. Amigo Sánchez, usted y yo vamos a tener que formar un dúo llamado "Las afinidades electivas" ¿Sabina? ¿Zafón? ¿Dónde he dejado mi revólver?

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  7. hombre, existe el cachemir!!. Eso es q no te han regalado en la vida un jersey de cuello alto decente. Eso te toca la piel y te aseguro que lo único q te apetece es meterte para abajo a pensarte un rato largo y no salir nada más q para comer ;P
    A mi me gustan t blog, algún otro más y las gramolas
    saludos

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  8. Gracias, gata. Probaré a buscar algo de cachemir en las rebajas.

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  9. Una buena lista, sí señor. Coincido bastante. ¿Almodovar? Me gusta, pero sobre todo lo más primitivo, lo rompedor. Luego se ha alambicado demasiado.

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