miércoles, 14 de septiembre de 2011

El fin de la guerra

Vi un peine tirado en la calle. Uno de esos con púas de plástico, que antes llevaban los caballeros en los bolsillos de la chaqueta, o entre las solapas de la cartera de piel. Ahora sería un gesto trasnochado, pero hubo un tiempo en que podías ver a un hombre deteniéndose en la calle para pasarse el peine por los cabellos, reculando frente a la luna de una tienda. Era, tal vez, un signo de coquetería viril, un vestigio de un narcisismo inofensivo y galante. Mi tío Genaro, a punto de jubilarse, tiene esa afición capilar, porque siempre se tuvo por guapo. Tirado en el suelo, aquel peine me hizo pensar en una época donde los hombres transportaban sus ilusiones en un bolsillo, como tahúres viajando solos con un mazo de cartas. No en un portátil, o en un chip prodigioso, sino en un simple fondillo de tela.

Veo a esos hombres de espaldas, oliendo a loción de afeitar, y reconozco que me conmueven. Es algo inexplicable: me los imagino besando a una chica en mitad de Times Square, el día que anunciaban el fin de la guerra.

2 comentarios:

  1. Que interesante, no lo había visto de esa forma pero imaginarme a un hombre así me parece bastante atractivo.

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  2. Te dejo este enlace, Keny. Saludos!

    http://www.taringa.net/posts/offtopic/9314875/___-_Conoces-el-Beso-de-Times-Square_-___.html

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