Hay pelos entre las teclas de mi ordenador. No es que tengan mucha importancia, pero al intentar quitarlos, golpeo teclas al azar y salen frases aparentemente ininteligibles, que me apresuro a suprimir. Se impone, supongo, escribir algo con sentido, incluso con cierta servidumbre estética. Sólo son remilgos. Lo que de verdad me apetece es verter sobre la pantalla cualquier barbaridad, ocurrencias malsanas y absurdas. Me contengo por respeto a un lector invisible. No sé si merece la pena. ¿Hay alguien al otro lado? Pero, quién es.. ¿no es esto como escribir desde una celda sin testigos? A lo mejor de ahí proceden los ataques de éxtasis de Santa Teresa. Enciendo un cigarrillo y observo una pantalla virgen, que no consigue expresarme nada. A lo mejor todo es falso. O quizá sea que la luz del cielo se parece a las tardes en las que respiraba un aire helado junto al mar. De eso hace mucho, parece que hayan transcurrido siglos. He soñado que daba la mano a muchos desconocidos, personas que merecía la pena conocer. Me pregunto si la vida les provoca cuando se emborrachan el mismo dolor dulce e insoportable. Pero en todos los casos, lo que me sugiere, lo que me confiesa el corazón, es que al final siempe estamos solos. Solos. Me levanto y, sin más excusas, me voy.
miércoles, 10 de junio de 2009
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Solemos estar solos, pero a veces también cortados o con mala leche.
ResponderEliminarHe ahí un ejemplo de la soledad: la estafa de los juegos verbales. Por cierto, Juan, en breve, leeré su novela.
ResponderEliminarLa soledad, a veces, está acompañada, pero solo eso.
ResponderEliminarSigue escribiendo, yo te leo.
"¿Hay alguien al otro lado? "
ResponderEliminarClaro que hay alguien al otro lado.
Yo también te leo, lo que ocurre es que a veces no sé como enfrentarme a este cuadrito en blanco que aparece, no se me ocurre nada original, ni inteligente, ni con chispa, ni con nada, y me da cierto pudor porque no tengo esa facilidad para juntar palabras que teneís algunas personas, pero estar, estoy y te leo, y te miro, así que... sigue, por favor.
Y si lo que te apetece, es soltar barbaridades, hazlo. Las reglas las pones tú.
Miguel, antes al contrario, creo que los juegos, incluidos los verbales, junto a los afectos, es lo único que nos rescata, fugazmente, de la soledad. Y espero que te guste la novela. Obrigado.
ResponderEliminarDisculpa mi falta de tacto. Y sí, tienes razón.
ResponderEliminarSaludos.
"Muchas veces se está mejor sólo que mal acompañado".
ResponderEliminarRefrán manido, sobado y trillado; pero que con el uso y cuanto más lo escucho, más evidente se hace...