Debe ser una manía, pero nunca miro hacia atrás cuando salgo de la habitación de un hotel. Aquella vez lo hice y me pareció que las sombras que cubrían las paredes seguían enamoradas. Estaba oscureciendo. No quise que me acompañara a la estación. Los andenes tenían un aire furtivo, como esas hojas desdibujadas por la lluvia en el vacío esplendor de un parque.
martes, 2 de junio de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario