viernes, 5 de marzo de 2010

El seductor montaraz

El prototipo de seductor o casanova nos habla de un tipo atlético, de nariz griega y mentón viril, ojos grandes y mirada penetrante, verbo porteño y embaucador, modales de galán cosmopolita y aire elegante pero ligeramente desaliñado, brioso, aunque sin caer en excesos como la falta de aseo personal. Naturalmente, y siempre con estupor, uno ha conocido verdaderos adefesios barrigudos que, inexplicablemente, se llevaban a las mujeres de calle, habremos de pensar que por alguna clase de magnetismo que sólo percibían ellas, amén de la presunta fama que el conquistador de turno se gastase en tallas de ropa interior o en las longitudes legendarias de su miembro viril (¡Veinticinco centímetros en estado de reposo, oiga!, calibraba a gritos un tipo ebrio que vi un día a la puerta de una iglesia).
N. me habla de que en el remoto pueblo en el que ella va a veranear en las montañas del Bierzo existe un tipo bien parecido y mecánico de profesión (los mecánicos, como las enfermeras en otro orden, siempre han gozado de cierto sex-appeal: no sé, tal vez esos cotones deshilachados como bragas hechas jirones; o las manos lubricadas con el aceite de los rodamientos) que en los últimos años, además de piezas aisladas, ha conseguido reunir en el mismo lugar en el que trabaja (ya decimos: poco más que una aldea perdida entre urces y árgomas) a tres mujeres, la primera novia y esposa confesa durante quince años (a la que ya divorciada tiene contratada en el taller de secretaria), la segunda una isleña que conoció en unos de sus viajes libertinos y que abandonó su carrera como funcionaria del Estado para ir a vivir al culo del mundo con él, y la última una gallega que, otro tanto, dejó hijos, reputación de provincias y ocupación en la capital para arrojarse en sus ardientes brazos. El caso es que la segunda se tuvo que buscar la vida en el pueblo y la tercera, de momento, reside como consorte en casa del aludido.
Yo creo que a este tipo habría que erigirle un pequeño busto en la plaza de ese recóndito pueblo, e incluso ponerle como ejemplo de lo que en esta vida debería ser un credo existencial: vive, folla y nunca dejes de pensar que los harenes, por menudos que sean, tienen su delicado fulgor. Que conste que lo digo también en sentido inverso, pensando en el género femenino, con sus efebos y esclavos rondando sus casas, mientras ellas meten los pies en leche de burra y en barreños de porcelana.
Me da que el motivo de este traje literario que me he cosido hoy, se debe a que, con la llegada de la primavera, me están entrando ganas de quemar los abrigos y salir – así me sofoque el ridículo – vestido con taparrabos a la calle… O mejor por las playas del mundo, para tomar el sol en pelotas encima de cualquier roca.
No se imagina Sr. Paz, me comentaba un viejo profesor en clase de física, lo que dan de sí la mecánica y la hidráulica.

1 comentario:

  1. Para lo de salir en taparrabos, casi espérate un poco, q están bajando las temperaturas. :)

    ResponderEliminar