En una época en la que yo acababa de leer la fenomenología críptica de Max Sheler y La Náusea de Sartre, lo mejor que se podía decir del mundo lo expresaban Golpes Bajos cuando cantaban aquello de “No mires a los ojos de la gente”. Coppini, con su voz agridulce, te invitaba a encerrarte en el cuarto de los huéspedes, pero los que comprábamos jeans en el mercadillo y vendíamos malboro de contrabando, simplemente nos escondíamos a tocar la armónica en el fondo de un baúl. Pocos años después, en una noche húmeda, me dijeron que iba a ser padre. Yo miraba las lunas polvorientas y juraba a mis amigos que veía maniquíes preñadas, no las festivas de aquel otro tema de Golpes Bajos, sino otras más hieráticas, muchas con la frente abollada por alguna bala de goma disparada por las fuerzas del orden público en las calles de Sestao. Me trasladé a otra ciudad más fría y allí, mientras intentaba comprender lo que me había sucedido, busqué casas de alquiler, pisos vetustos y cochambrosos, gallineros llenos de humo en los arrabales de León. Una rentera fondona nos acusó de exigentes cuando le preguntamos dónde estaban los aseos y con gesto displicente abrió una portezuela en mitad de la cocina. Había que bajar tres escalones y sí, allí estaba, un retrete amarillo en medio de un zulo. Los tiempos han cambiado, supongo, probablemente para mejor. Mi hija, que se va a vivir a un piso de estudiantes al sur de Malasaña, me llamó el otro día desde algún garito ruidoso con una mezcla de pasmo y regocijo: “No te lo vas a creer, en una de las casas tenían el baño en la cocina”. Qué cosas, le respondí.
jueves, 22 de enero de 2009
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La cosa es que tu hija, además de buscar piso en el sur de malasaña, tambi´ñen está en proceso de digerir a Sartre. What goes around comes around (bússcalo y desemplova tu inglés que te servirá en ese viaje que me vas a pagar a Nueva York (:D)). Sartre vuelve como los baños en cocinas. Es un buen simil, al menos igual de deprimente que el existencialismo ( voy a darle la última oportunidad a las cuatro páginas)
ResponderEliminarLa vida es como el retrete como el golf siempre hay un jodido last hole.
ResponderEliminarLas cosas no han cambiado, no. Y si lo han hecho ha sido a peor.
ResponderEliminarEl pocero. Ese sí que tiene mucho que decir sobre los baños en mitad de la cocina.
Se lo digo yo, que vivo en una especie de dúplex ideal para rodar un capítulo de fragel rock. De los teleñecos otro día le hablo.