Siempre hay alguien a quien se la tienes jurada. Por supuesto el tipo que te birló la novia, el idiota que te obligó a frenar intempestivamente, el jefe, el funcionario agresivo y maleducado. Los liceos, las escuelas, los institutos son verdaderos jardines del mal. Fíjense, sino, en las plantas ajadas que crecen en las conserjerías. Tercero, segundo de bachiller, ya no recuerdo. Dos tipos atléticos y esbeltos que se llevaban a las ninfas de calle y ambos estudiantes primorosos. Entre ellos existía cierta competencia, pero sin llegar a la antipatía. El más alto tenía un cuaderno impecable, uno de esos con apuntes pulcros y ordenados. Un día, en el recreo, lo deja abierto en la mesa y sale al pasillo. Al asomarme lo veo a sus anchas, cigarrillo en ristre, cortejando a un bombón de quince años. La tentación es demasiado poderosa y empiezo a dibujarle cosas soeces, concretamente un coño peludo reprochando a una polla mustia que no le ayude en la compra. Se acerca el otro querubín y al ver mi dibujo se le escapa la risa. Qué haces, estás loco, no te preocupes se ha largado, joder, es que mira qué cuaderno, tío, no me digas que no dan ganas de estropeárselo un poco, ya, la verdad es que parece un misal, cógete un boli, tronco, échale una firma, qué dices, vamos, no seas cagón, ya verás la cara que pone. El otro titubea, saliva, por fin toma un rotulador y se sienta a mi lado. Nos relamemos los dos, disfrutamos de lo lindo, mi colega se entusiasma y yo, como quien no quiere la cosa, me levanto, me meo de la risa, tío, voy al baño un momento, el otro casi no me escucha, está como embelesado. Avanzo por el pasillo con mala cara y al llegar a la altura del conquistador, con voz neutral, le digo: "Joder, no sabes la que te está montando en el cuaderno Eloy". Es como si hubiese pronunciado un sortilegio, algo terrible, se le cambia la expresión de la cara, echa a correr por el pasillo como si le persiguiese el peluquero de Robespierre. Tómatelo con calma, me digo, tardo un rato en regresar, aunque a diez metros ya oigo las voces, qué haces con mi cuaderno, hijo de puta, te voy a matar, qué pasa, no era más que una broma, tu puta madre, cabrón, yo te jodo vivo. Al entrar hay un revuelo de jerseys, gente apelotonada, el alboroto llega hasta el segundo piso, consigo meter la cabeza y allí están, rompiéndose cosas, arrancándose los ojos, mordiéndose las mejillas. El estrépito es tremendo, así que no tarda en llegar la tutora, se le caen las bragas, ¡Director, Director!, ¡que alguien pare esto! Quién cojones los iba a separar, eran como dos miuras metidos en un baúl y luego dicen que el hambre da cornadas. Los expulsaron medio mes, fue un combate histórico, después de aquello dejaron de comunicarse. Teníais que haberlos visto, cómo les sangraban las narices, qué hostias se arreaban, qué bultos de carne malva brillaban en sus cabezas.
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Quien me iVa a decir que después de muchos años habría de devolverte el favor de cambiarme los pañales y respirar polvos de talco ayudándote a crear una página en la que hables de bachilleres, bombones, coños institutos y jefes.
ResponderEliminarSi señor, así se inAguran los barcos. Buena suerte en la travesía capitán.
Suerte con el blog. La primera entrada le augura una larga vida. Juan Fernández, otro cabrón resentido.
ResponderEliminarMe pasaré por aquí a menudo, sospecho.
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