sábado, 10 de enero de 2009

La nieve estaba sucia


¿A quién le conmueve la nieve? El mejor adjetivo se lo dedicó Georges Simenon en La nieve estaba sucia, una novela memorable. El manto blanco en la ciudad es una miseria. La nieve es un pretexto de postales alpinas, películas indie y Navidades empalagosas. La última vez que nevó en Bilbao se desencadenó un cataclismo. Yo tenía diecisiete años. Dejaron de poner bombas, nos quedamos sin pan, los trenes y las musarañas derrapaban sobre las vías. La nieve nunca había llegado a Sestao, un lugar sucio y lleno de cuestas. A pesar de estar cojo, convencimos a Joserra para que saliese a celebrarlo. Había familias enteras paseando por las calles. Estaba oscureciendo cuando fuimos testigos del ingenio infantil: dos niños, montados en cajas vacías, bajaban y reían por las pendientes de Galindo. Llegaban a un cruce jugándose la vida, como un par de duendes temerarios. Se las robamos en plan hampón, amenzándoles con dejarlos desnudos. Pasamos horas gozosas, disfrutando del vértigo, volando sobre la nieve como murciélagos gigantes. Los trineos improvisados acabaron por desaparecer. Exhaustos, decidimos regresar a tomar unas cervezas. Nevaba de nuevo, sin pausa, sobre las oscuras aguas de los ríos de Joyce. En una esquina aparecieron veinte chavales de siete años. Las pedradas de nieve que nos arrojaban parecían bolas de billar: duras, prietas, mezcladas con cantos y ladrillos. A Joserra, cojo y ofuscado, lo pillaron de frente. Hay que dispersarse, grité yo, evocando las películas de Peckinpah. Éramos tres, pero pronto estaba solo, corría sin mirar hacia atrás. Furtivamente, en un momento que giré la cara, pude ver a Joserra en el suelo, las gafas rotas, un tumulto de fieras precipitándose sobre él. Llegué como pude al bar y pedí un bote de cerveza. Estaba lleno de gente, colegas fumándose un porro, chicas tetudas, gudaris ebrios montando belenes. La nieve caía despacio, siniestra, como una fiebre de pústulas blancas. Al llegar a casa, entrada la noche, mi madre me dijo que estaba tiritando.

2 comentarios:

  1. Pero, Bruto, ¿tú también, hijo mío?...
    Se veía venir que acabarías de bloguero, ballenero.

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  2. ¡Qué curioso! (papá), en mi blog la nieve está más limpia. Residuos de la edad?

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