Entonces nadie se manifestaba contra ETA en el centro de Bilbao, pero aquel tipo estaba allí, solo, con un cartel en el pecho, rodeado de gente que profería amenazas, qué pasa con la tortura, le decían, traidor, le ladraban, sus puños revoloteaban sobre su cabeza, parecían cuervos, abejorros, insectos de aguijones voraces y malignos. Estaba solo, temblaba, juntaba unos pies diminutos, la verdad es que tenía un aspecto patético, no entiendo cómo soportaba la tensión, por qué no echó a correr, si no llegó a hacerse pis encima … pero, después de todos estos años, os lo aseguro, es la imagen más imborrable que conservo de la dignidad.
martes, 3 de marzo de 2009
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