La primera vez que me operaron, el cirujano me puso una especie de babero y me metió un sacacorchos en la garganta. Me recomendaron chupar trocitos de hielo, pero me negaba a abrir la boca. Estaba en una habitación de techos altísimos y mi tío Manolo, que murió años después, me llevó un caballo de una blancura irreal. Antes de entrar en el quirófano, había estado sentado en la primera fila de una especie de anfiteatro, un lugar gélido y desolador. A veces escupía sangre y veía siluetas oscuras junto a mí. Mi madre dice que es imposible que me acuerde de todo eso. Tenía dos años.
miércoles, 22 de abril de 2009
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Espero que no te haya marcado en exceso, pero viendo el título de tu blog, mucho me temo que estés casi igual que un servidor.
ResponderEliminarUn saludo
Algunos reuerdos se quedan marcados de forma indeleble para siempre, aunq parezca imposible.
ResponderEliminarLo mío es peor, me acuerdo de cuando estaba en el útero. Desde entonces, soy claustrofóbico.
ResponderEliminarA mí me operaron de anginas el mismo día que mataron a Kennedy. Tenía 3 años. Me acuerdo (quizás recuerdo que me lo contaron) de que lo comentó el practicante mientras me ponía una inyección. Mi practicante era el famoso "curandero" del Crucero.
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