No fue premeditado, por entonces ni siquiera se organizaban ceremonias de despedida. Tenía veintitrés años. Llegué a casa, literalmente, haciendo eses y me pasé la noche echando la pota en un balde de cinc. Por la mañana mi padre me empaquetó en el asiento de atrás (volví a vomitar un par de veces) y condujo durante cuatro o cinco horas. Al verme bajar del coche, mis tías se asustaron. Al día siguiente, mi abuelo entró a ponerme un clavel en la solapa de la chaqueta y me dio un abrazo inolvidable. Era una mañana ventosa. Unas horas más tarde, me casé.
domingo, 26 de abril de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No fue premeditado, veintitrés años, echando la pota, mi padre me empaquetó, asiento de atrás, volví a vomitar, condujo, se asustaron, mañana ventosa.
ResponderEliminarAsí como lo cuentas, me da pena papá.