miércoles, 17 de junio de 2009

Crash

Cuando saqué el carné de conducir, me sentí el tipo más orgulloso de la ciudad. Eso no tuvo nada que ver con que esa tarde mi padre sortease la muerte, frenase en el arcén y, por alguna razón inexplicable, nadie nos golpeara por detrás. Los coches se precipitaban enloquecidos, en un estruendo imparable, como si un mago siniestro los fuese metiendo dentro de un sombrero gris. Bajé del coche con las rodillas temblorosas, oyendo los gritos de socorro y viendo, tras las lunas, las caras absortas y ensangrentadas. Sé que suena cruel, pero más tarde, lejos de allí, no pensé que aquella calma de hierros calcinados tuviese que ver con la tragedia, o con la suerte esquiva, sino con la inagotable y tenaz estupidez del género humano.

3 comentarios:

  1. Y pensabas bien. Los coches los conducimos la gente. No chocan solos.

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  2. De modo los coches son conducidos por gente... Lo sospechaba. Me quedo más tranquilo.

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  3. Celebro q estés más tranquilo, Nacho. Así podrás disfrutar aún más del finde. :P

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